Quise verte cruzando mi río,
te imaginé libando mis delirios,
te sentí mía y abrace tu cuerpo
mientras andábamos el mismo camino.
Tu piel de seda color de rosa
y tus labios aturdidos y ardientes,
salpicaban crepúsculos de estrellas
en la corriente del agua de mi río.
Y se iban corriente abajo, dejando
en las orillas, parte de mis gozos,
enmarcados en sutiles frondas
de un sueño cumplido entre los dos.
Te habías quedado dentro de mí
con el aire que respiro, henchida de amor,
vives en mi sangre recorriendo mis espacios
buscando la fuente donde nace mi río.
Ya desnuda de pensamientos y vencida
te quedaste en mi cauce, como agua,
y cogidos de la mano surcamos la tierra herida
hasta el mar donde apagamos nuestra fragua.
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