Cuenta la leyenda,
que hace mucho mucho tiempo,
los árboles podían ir de un lado para otro,
porque siempre era primavera
y el viento soplaba suavemente.
Pero un día los árboles de hojas anchas,
que se habían vuelto vanidosos,
desafiaron al viento.
Decían que eran tan fuertes y flexibles
que ni el más terrible huracán
podía arrancarles las hojas.
El viento se enfado muchísimo y acepto el desafío.
Los árboles de hojas finas
se refugiaron en las cuevas
y en las montañas.
Los grandes y de hojas anchas
esperaron al viento, y empezó el temporal.
El viento sopló con tanta fuerza,
que arrancó las hojas de los mas soberbios,
pero también arrancó
a los pequeños animalitos y a las mariposas.
Un árbol de hojas finas
vio a una nube de mariposas
azotadas por el viento.
Estaban a punto de morir
arrastradas por el viento,
algunas extenuadas,
dejaban de mover las alas
y se estrellaban contra el suelo.
El árbol de hojas finas
no podía permitir
que se perdiera algo tan bello,
así que salió de su refugio e intento salvarlas.
El viento soplaba tan fuerte
que arrancó todas sus hojas
y algunas pequeñas ramas,
pero el extendió sus ramas
y todas las mariposas encontraron refugio.
Cuando paro el huracán
las mariposas volaron libres,
y fueron en busca de un lugar mas cálido,
porque aquel huracán había traído el invierno.
Los árboles no podían moverse ni huir,
porque habían transformado sus pies en raíces
para no ser arrastrados por el huracán.
El viento pensó que vivir siempre sin hojas
era un castigo exagerado,
pero aquellos árboles vanidosos
no podrían olvidar nunca,
que por su orgullo
cada año se caerían sus hojas
y llegaría el invierno.
Al llegar la primavera,
a todos los árboles les brotaron hojas nuevas,
menos al de hojas finas
que había salvado a las mariposas,
que no le salio ninguna hoja.
Estaba muy triste
y las mariposas al verlo
se posaron en el para hacer de hojas,
porque le estaban muy agradecidas
por haberles salvado la vida.
Nunca nadie a visto un árbol tan hermoso,
hicieron esto tanto tiempo,
que las mariposas se convirtieron en hojas de verdad.
Y así nació el Gingko, el Árbol Sagrado de Japón.
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