En cielos de gélida nieve
por los que vagan vientos de tristeza
arde débilmente un sol rojizo.
Fuiste mi hogar
allá donde yo iba.
En campos verdes
ahora desconocidos
con tu nombre sobre
el menhir,
el amor invita
a una última llamada
cuando la muerte comienza
a caer de la vida.
Los arroyos no van ya
a mareas de mares lejanos.
Un amor no puede envejecer
sin recuerdos:
tus brazos, mi hogar
en que dormía.
En campos verdes
ahora desconocidos,
con tu nombre sobre
el menhir,
el amor invita
a una última llamada
cuando la muerte comienza
a caer de la vida.
Todas mis lágrimas
se despliegan ahora.
¿Cómo podré ahora
envejecer yo sola?
Vierten sus luces los astros polvorientos
cuando desde la vida
va la muerte en silencio
deslizándose lentamente hacia la noche.
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