Perdidos entre el laberinto de la esencia
y la luna encuentra la fortuna de los amantes.
Eterna espera, extraviada entre sus pasillos, afanadas en encontrarse,
nunca para salir siempre para quedarse.
Quimeras despistando, la vereda a los labios,
del beso perfecto,
que rasgue de la soledad
que se rebosa en el desierto de lo incierto.
Beso que con estoicismo reposa
en almohadas de rosas,
para dejar de ser estéril
con el solo roce de dos bocas.
Así es el laberinto de los romances
siempre presente,
nunca al alcance de quienes
no suelen perseverar tesoro
al que llega hasta el final.
Final que solo es el principio
de lo que no se puede disimular alegría,
la esperanza, del amor el despertar.
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