Me gusta la gente sencilla.
Mucho.
Cuando la tengo delante y
la veo moverse,
(a la gente sencilla)
reírse, levantarse y
mirarme,
la veo abrazarme,
despedirme,
besarme,
leerme,
abrirme,
aumentarme…
me siento feliz.
—Me siento limpia,
diría mi yo
más oscuro—.
La gente sencilla
no se preocupa si
tu bolso es de
segunda mano o
de Dior.
Ni si vas a
Llongueras o te
cortas el pelo tú.
—Es más,
ni siquiera
miran si te
has pintado
(de azul, que es lo que
se lleva)
las uñas de los pies—.
Por eso me gustan tanto…
Porque para ellos,
lo más importante,
lo más valioso,
lo más interesante y
profundo,
lo más inevitable y
auténtico,
lo verdaderamente
imprescindible,
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